morabetino
Morabetino de Enrique I
Heritage Auctions subasta un morabetino hasta ahora no publicado. La diferencia más sustancial respeto de los de Alfonso VIII es la sustitución de los caracteres latinos ALF ubicados en el campo del lado de la cruz por la expresión hENRIC en la leyenda central de a otra cara. De hecho, en esta cara, la leyenda es «al amir ibn Alfuns al thamin hENRIC» (el príncipe hijo de Alfonso el octavo Enrique). El morabetino se acuñó en Toledo el año 1253 de la Era del Safar, fecha equivalente al año 1215 de la que no conocíamos ejemplares. En Emisiones monetarias leonesas y castellanas de la Edad Media se da cuenta de 8 ejemplares conocidos acuñados en 1213, 1 en 1216, 20 en 1217 y 2 en 1218, indicando la expresión ALF todos los ejemplares conocidos. Y llama la atención por el regreso a la formula ALF durante el reinado de Enrique I (1214-1217) tras haber acudido a la de Enrique tanto como que aparezca el numeral del rey precedente en una moneda cuando es inusual no sólo en el numerario sino también en el resto de la documentación.
En la descripción del morabetino se indica con criterio acertado las referencias a expertos reconocidos (Jesús Vico y Aureo & Calicó) de los que se dice que la ha estudiado profusamente aunque no indica el resultado de su opinión. Por otra parte, Eduard Domingo incorpora su firma a la descripción a la que se añaden comentarios de Tawfiq Ibrahim. No se describe el peso y es preciso acudir a la siempre incómoda cápsula tan de gusto de ciertos mercados extranjeros para descubrir que pesa 3,8 g, sin céntimos de gramo. Tampoco hay mención de la composición metálica o de referencias de procedencia.
La pieza está acuñada, con buena técnica y estilo propio de los morabetinos de los años inmediatamente anteriores y posteriores a 1215.
Ediciones sobre la moneda en Filipinas antes de 1898
La moneda en Filipinas, al igual que sucede con otras naciones con anterioridad a su independencia de España como Cuba, es objeto de un tratamiento diferenciado respecto de las metropolitanas. Mencionar que las Cortes de Cádiz establecieron la circulación de moneda fabricada en Jubia y que con anterioridad el comercio con China determinó que las Filipinas sirvieran como vía de acceso de plata que será contramarcada con chompas, por otra parte conducidas en la ruta entre Acapulco y Manila y que en esta ciudad se fabrican monedas de cobre fundido desde comienzos del siglo XVIII. En la presente entrada se traen las obras impresas relativas a esta materia susceptibles de consulta en la Biblioteca Nacional de España, cuya relación es la siguiente, comenzando por los documentos oficiales:
Además, pueden citarse las obras siguientes, todas ellas correspondientes a los años finales de la vinculación con España y relativos a la circulación monetaria:
Godínez, La moneda y los cambios en Filipinas, 1888
Godínez, Moneda mejicana en Filipinas, 1894
Aguilar Biosca, Legislación sobre moneda filipina recopilada, 1893
O una obra de historia monetaria:
Pozo y Bresó, Resumen monetario histórico, 1895
Numismática en Compostela
La ciudad de Santiago de Compostela reúne varios museos donde pueden contemplarse monedas de gran interés, particularmente de la Edad Media. El Museo das Peregrinacións posee varias monedas vinculadas con la peregrinación o con su fabricación en la Edad Media en Compostela. Allí encontramos dineros leoneses fabricados en tiempos de Fernando II realizados en torno a 1167, cuando consta que el monarca encargó pagar al Maestro Mateo 200 morabetinos de la moneda fabricada en Compostela por la construcción e la catedral, donde se encuentra enterrado el monarca. El más excepcional, la meaja que refleja la traslación del apóstol, aparecida en El Grove y de la que no conocemos más ejemplares. También cuenta con un dinero con el busto de frente.
También podemos contemplar un dinero en modo alguno compostelano, aunque se haya atribuido su labra a esta ciudad. Se trata de un dinero en el que se ha querido ver una alusión a un camino, que podría ser el compostelano.
Lo cierto es que no puede contemplarse un fenómeno como el Camino de Santiago medieval como en la actualidad. Ni desde el punto de vista histórico existe como institución, ni como idea susceptible de representación, ni es necesaria esta exótica alusión existiendo elementos tan iconográficos como la propia representación del Apóstol. Sencillamente, de la observación de dos líneas horizontales nadie podía en la Edad Media identificar camino alguno, a Santiago o a cualquier otro lugar. Y lo mismo en la actualidad: son dos líneas formando un óvalo alargado sobre el que se asienta el busto, sin indicaciones que permitan comprender vía alguna, prefiero no entrar en ironías.
Sencillamente, la numismática moderna debe deshacerse de no pocos tópicos para entender la moneda en aquella época, comenzando por analizar los aspectos fundamentales, sin construir la casa desde el tejado.
Las restantes series compostelanas, desde la inicial de Alfonso VI en torno a 1107 a las de Enrique II en 1373, pasando por las grandes deries de Alfonso IX enyre 1198 y 1216, se pueden contemplar en el Museo de la Catedral. Entre ambos, la Rúa da Moeda Vella, donde se fabricaron muchas de estos ejemplares. Para saber más:
Julio César en la Edad Media
En otra entrada se reflejó el cambio de la antigüedad a la Edad Media a través de la cristinanización de los templos, con un interesante reflejo en la numismática carolingia.
En esta ocasión, se da cuenta de un curioso reflejo de esta antigüedad en las emisiones medievales con ocasión del militar, político y escritor Julio César, una de las personalidades más interesantes del mundo romano. Si el anterior denario muestra a Julio César en el año 42 a. C., el dinero de Sancerre que se reproduce a continuación muestra al fundador de la ciudad, el ocupante de toda la Galia, toda.
Sus leyendas son IVLIVS CESAR y STEPHANVS COME (Bd.303) y se acuña a nombre del conde Etienne (1152-1191). La configuración de la pieza recuerda enormemente a los dineros pepinos castellanos que le son coetáneos y, como sucede con las emisiones contemporáneas de Bohemundo de Antioquía, muestran junto al busto un sol y una luna, muy común en las emisiones del románico monetario de Castilla y León del período.
Monederos de la edad Media
La imagen que precede menciona una persona vinculada con la moneda. Es un documento compostelano del s. XIV que menciona a Domingo Míguez de la Moneda Nova. El listado completo de monederos castellanos y portugueses conocidos puede encontrarse en Emisiones monetarias leonesas y castellanas de la Edad Media publicado por Morabetino. A continuación, un extracto del libro.
Fabricación de moneda en la Edad Media
Vídeo promocional de morabetino.
Románico monetario
Pecios de las monedas castellanas
De cuartos y cuartillos
Cuartos, blancas o novenes son nombres comúnmente admitidos respecto de los testimonios de algunas emisiones medievales por coleccionistas y vendedores y que encuentran su origen no en el nombre de las monedas sino en los apelativos otorgados por alguna literatura numismática bien intencionada. Sin embargo, estas denominaciones se antojan en ocasiones caprichosas y son poco respetuosas con los avances mostrados por los estudios numismáticos. El título de esta entrada no es sino la llamada de atención de uno de los supuestos más llamativos, referido a las monedas medievales castellanas, como con los que vienen después. El caso es que a las monedas de gran módulo acuñadas tras 1461 por Enrique IV y Alfonso son unánimemente denominadas con el nombre despectivo de cuartillos. El apelativo no sólo es poco respetuoso con el módulo grande de la pieza y con el estilo depurado de muchas de estas piezas, como la reproducida, procedente de la colección formada por Hungtinton al igual que las siguientes, sino que no responde a la denominación que tenían estas piezas en la documentación de la época, que atendía a su valor relativo con el real de plata cuando comenzaron a fabricarse: cuarto. Ningún documento menciona la expresión cuartillo y hasta los estudios del siglo XIX omiten una denominación que pudiera resultar errónea, siendo preciso esperar a los catálogos de finales del siglo XX para encontrar las primeras referencias con tan despreciativa denominación. Llamemos cuartos a los cuartos.
Pero no es el único caso de denominaciones inadecuadas. Ya en los años 80 del siglo XX Antonio Orol alertaba sobre el apelativo novenes referidos a algunos dineros con orla cuadrada del siglo XIV por Alfonso XI en 1330, Enrique II en 1373 y Juan I en 1379. En este caso, la razón puede encontrar una limitada y efímera justificación: en los documentos de algunos lugares, que no de todos, se emplea el adjetivo novén para diferenciar lo nuevo de lo viejo, además, lo que en un momento era nuevo dejaba de serlo con la siguiente emisión. Lo cierto es que la documentación de la época acostumbra a llamar dineros a los dineros, con o sin este u otro adjetivo, en muchas ocasiones identificando la emisión (dineros de la guerra, dineros de la segunda guerra, seisenes, cornados, de tantos sueldos en el maravedí, etc). Llamemos pues dineros a los dineros. Y cuando procede, determinemos la emisión atendiendo a criterios históricos sin travestir, confundir o inventar denominaciones.
Y otro ejemplo más. En ocasiones, la moneda blanqueada se le llama blanca, pero no todas las blancas responden al género femenino, caso de los blancos del agnus dei fabricados en 1385 por Juan I y devaluados a través de un «Ordenamiento sobre la baja de la moneda de los Blancos, dado en las Cortes de Briviesca del año 1387». Llamemos blancos a estos blancos. Y hay más: las monedas de oro anteriores a Alfonso X son morabetinos, no maravedises, y los divisores de los dineros son conocidos en León y Castilla como meajas y no como óbolos. La bibliografía permite conocer con facilidad las características de las distintas emisiones, nombre de cada serie incluido.
Lo cierto es que los coleccionistas de moneda de este período son curiosos y tienen inquietud científica, leen y emplean bibliografía cada vez más documentada. A todas luces resulta deseable que los catálogos comerciales, y no digamos algunos artículos que se siguen viendo en algunas publicaciones, adapten su nomenclatura a la contrastada e incrementen el criterio científico que lleva aparejada su clasificación.